La visión de un Universo sólido y rígido, en los últimos decenios ha ido desapareciendo por la de energía en movimiento, pues desde las estrellas hasta los propios humanos todo parte un punto inicial, de una única esencia. Esta perspectiva no solo es científica sino también compartida por la mayoría de religiones y filosofías, tanto tradicionales como contemporáneas. Todo lo existente, visible e invisible a la percepción humana es de la misma naturaleza, pero a un nivel vibratorio distinto.
Nuestros sentidos solo perciben una gama de frecuencias determinadas, por lo que se tiene una apreciación de la realidad conforme a lo que nos es sensible, pero la ciencia con sus instrumentos nos abre la visión y ya se asignan realidades que los sentidos no son capaces de captar. Por ejemplo, no es perceptible a los ojos los rayos X o Gamma, pero nadie duda de su existencia, pues la ciencia con sus métodos así lo avala y se pueden experimentar con distintos instrumentos. Igualmente ocurre con otra serie de energías, que si bien la ciencia oficial de momento no le da carta de existencia, pueden explicar fenómenos que entrarían en el campo de la fe, las supersticiones o lo oculto. Las curaciones a distancia, el poder benéfico de cristales naturales, de las pirámides o de otro tipos de artilugios, solo puede defenderse desde la existencia de una energía infinita, que no tiene límites en su alcance y que está disponible si se sabe sintonizar con ella, ya sea con herramientas en apariencia más o menos simples o con el instrumento más fascinante que se conoce: la mente humana. No es algo insustancial o espiritual, es una energía en una gama distinta, pero a la que se puede tener acceso.
Los pueblos indígenas han tenido la concepción de que un vínculo invisible une a todos los seres con una fuerza única o inicial, dándole distintos nombres. Por ejemplo en polinesia se le denomina “Mana” o “Ha”, los indios Lakota la llaman “Wakan”, para los indios iroqueses “Orenda”, “Itz” para el pueblo Maya o “Ch´ulel”, el pueblo Shoshon en Norte América le denomina como “Boha” o “Poha” y también como “Puha” en África Occidental en pueblo Thonga la conoce como “Bula”, los indios Akawaio de Guyana se refieren a esa fuerza como “Akwalu” y en micronesia el pueblo Palau la denominada “Kalit”; estas son algunas de las formas en la que estos pueblos se ha referido a esta energía vital e invisible, solo son una pocas de las muchas que tradicionalmente se han empleado. El caso más ilustrativo es el de los sacerdotes Kahunas de las islas Hawai , que considera que existe un hilo de energía o “hilo de aka” que conecta a todos los seres y que mediante un acto de voluntad por parte del sanador se curaba al paciente dirigiendo la energía reparadora a través de ese hilo; visión similar a la planteada por las explicaciones racionales de los siglos XIX y XX, y que ahora en el siglo XXI va tomando veracidad gracias a la física cuántica.
En las culturas y religiones ha tomado otras denominaciones, como “Prana”, “Vril”, “Kundalini” y “Shakti” en el Hinduismo. Es el Ki en Japón y el Chi de la medicina tradicional China, en Madagascar “Hasina”, en el mundo islámico dentro de la corriente sufí se le menciona como “Baraka”,”Tummo” en el Tíbet, es el “Pneuma” de la Grecia clásica, la “energía eterica” o “éter” en occidente y muchas múltiples menciones a tradicionales a un mar de energía que rodea a todos los seres y que acude en auxilio de ellos cuando es llamado a manifestarse o concentrado a través de un rito, instrumento o plegaria.
Desde el siglo XVIII, la ciencia ha intentado definir esa energía de fondo de muchos modos, y aunque en el siglo XX se impuso un racionalismo extremo que rechazaba toda visión de lo sutil, siempre hubo voces a favor de reencontrarse con lo energético y vibrante que es intrínseco a la naturaleza del Universo. La primera definición científica occidental más conocida fue la de Franz Mesmer como “magnetismo animal”, poco tiempo después el varón Cal von Reichenbach la nombra como “Od”, le siguen M. R. Blondlot con la “Emanación N”, y en el mundo de las paraciencias se le conoce como “Energía biocósmica” o filosóficamente la acuñada por Henri Bergson como “Élan vital”. Desde una perspectiva biológica es el “Campo L” para Harold Saxton Burr, para Victor Inyushin es el “Bioplasma”, la “Energía fluoroplasmica” de Barry Hilton, la “Energía mitogénica” o “Rayos mitogeneticos” según “Alexander Gavrilovich Gurwitsch”, el “Biocampo” de Yu Tszyan Kanchzhen , la “Biogravedad” de A. P. Dubrov o para A. I. Veinik es el “Campo Chronal”. Rupert Sheldrake popularizo la denominación de “Campos morfogenéticos” o “Campos mórficos”, que a pesar de ser muy criticada en la década de los años 80 del siglo XX, sigue vigente entre sectores de biólogos de mente abierta. Investigadores del campo de la radiónica como George de la Warr le asignaron la etiqueta de “Biomagnetismo”, mientras que para Tomas Gales Hieronymus se refiere a ésta como “Energía elóptica”. A nivel de física existen muchos nombres asignados a esta energía capaz de llegar a todos los confines del Universo, denominaciones tales como “Deltrons” por parte de William Tiller, para Nikolai Alexandrovich Kozyrev es la “densidad del tiempo” o la “teoría del tiempo” en donde ve el transcurrir del tiempo como una energía relacionada con los “Campos de Torsión”; para otros como Barry Carter se trata de la “Materia exótica” o la “Materia oscura” para Shakhparonov y Shipov, mientras que Berald Feinberg identificó a las partículas elementales
conocidas como “taquiones” como la fuerza energética motriz capaz de moverse a velocidades superlumínicas. Wilhelm Reich le llamó “orgón”, siendo sus investigaciones de las más sólidas y seguidas en la actualidad sobre una energía universal implicada en la vida. Quedarían muchas denominaciones e investigaciones por citar como la de “Radiación cerebral” de Oscar Brunler o la “Emanación Kozyrev-Dirac” de Ivan Shakhparonov; son muchas asignaciones distintas para el mismo fenómeno energéticos y en la mayoría de los casos las diferencias son desde donde se ha observado el fenómeno, si se trata desde una perspectiva biológica o física, pues este principio muta de apariencia según el medio en el que se desenvuelve. Se utilizará de modo genérico el término de “Energía sutil” propuesto por William Tiller.
Cuando se refiere a una energía que lo penetra todo estamos hablando de energía sutil, igual que cuando se habla de que hay factores más allá de los puramente biológicos, físicos o químicos que favorecen la vida, o que hay unos canales que conducen la energía por el cuerpo o unos centros que regulan y equilibran el organismo (nombrados tradicionalmente por el hinduismo como “chakras”), se trata de la misma energía pero que se manifiesta en distintos medios y para determinadas funciones. Lo mismo ocurre con la curación a distancia, es esa misma fuerza que es capaz de conectar todo por muy distante que esté. También es reflejo de esta energía la sanación por remedios vibracionales, ya sean gemas, homeopatías o transferencia de energía por contacto entre seres vivos. Si bien existe una energía primaria, unitaria, está se manifiesta de distinta manera y calidades según el medio en que se manifieste o la transforme, por ejemplo, el aura o bioplasma en los seres vivos, la radiación de color en los objetos que generan onda forma… No hay todavía una definición clara y totalmente aceptada, pero poco a poco con los esfuerzos de los múltiples investigadores se está más cerca de alcanzar esta meta.